jueves, 5 de agosto de 2010

Mientras


Debí haber escrito desde hace muchos días pero no pude. No podía ni pensar, me la pasé alucinando por lo menos 5 días, soñando en que mis pies se hacían muy pequeños y que podía calzarme con tazas de té inglesas pintadas a mano. Llegué a escuchar mis tintineos sobre el piso de la cocina.

Me concentraba por horas para no sentir mas, respiraba profundo y en total silencio tratando de escapar pero el dolor llegaba puntual y entonces pensaba que la vida era terrible.

Y sí que lo es, está llena de recovecos cavernosos donde aprendes de memoria cada punto frágil de tu cuerpo, donde sientes cada nervio y sabes que no podrás comer, que deberás tragar otra dosis de ibuprofeno y que la noche será de insomnio feroz.

Ayer que salí de mi estado, decidí que mientras el mundo, la vida sigue en su loca carrera, mientras se abre o se cierra un espacio, mientras me manda la buena o mala nueva sobre mi futuro, mientras el tráfico, la mala educación, las frustraciones, mis muelas, mis errores... Yo voy a seguir los pasos de la tetera y soñaré en volverme japonesa, llenaré de gracia mis movimientos cada vez que me acuerde, soñaré con ir a Nueva York el próximo abril y me confeccionaré un precioso sombrero para el Easter Parade aunque probablemente el próximo abril me encuentre decorando el árbol de mi ventana. Seguiré en el camino amarillo de todos los días y cantaré una y mil veces la canción de las habichuelas.

Aprenderé por fin alemán y dedicaré mis días al teatro, envejeceré azul llena de árboles en la piel. Se me romperán varios platos, varias ilusiones y varios sueños. Tal vez me tomaré muchas cucharadas de horribles medicinas y venenos pero mientras todo eso sucede no habrá una mínima partícula de amargura, ni una pequeña grieta de podredumbre, seguirá la canción de las habichuelas porque la vida es terrible sólo a veces.