miércoles, 14 de julio de 2010

¿Donde estás?

¿Se me quitará la manía de enredarme de vez (cada dos años) en vez (todos los días de una semana) en cortinas vaporosas para mirar la lluvia?
¿Podré dejar de necesitar el espacio caliente y silencioso de un té (uno al día) en soledad y a pequeños sorbos?
¿Se me pasará la añoranza al piano de la casa, que tiene que conservarse, que nos seguirá a todos nuestros refugios para que el fantasma de la abuela lo pueda tocar cuando quiera?
¿Algún día podré, seré capaz de decir el porqué, el cómo de cada pequeño gesto, de cada cambio de humor, de la pequeña o grande decepción que me provoca comprender o no poder comprender?
¿Será un capricho?

Muchas de las grandes cosas que me pasan, me pasan lejos de todo, en un tiempo heroico y continuo. Me pasan mientras camino y me encuentro con un diminuto jardín perdido en la ciudad. Una esquina llena de enredaderas y hierba crecida que me atrae porque es húmedo y parece secreto, porque se pueden escuchar las murmuraciones de un montón de capullos que protegen el sueño de durmientes orugas. Puedo sentir la respiración de la metamorfosis y pienso "esto es un umbral", la marca del tesoro entre lo que es y lo que será. Me doy cuenta de que yo misma me encuentro bajo un umbral que aletarga los sonidos de mi alrededor, estoy en el filo de un antes y un después, en el horizonte de los sucesos, esa es la razón por la que cada vez que toco una carta, aparece una descarnada calavera. ¿Donde está su piel? Está siendo cuidadosamente hilvanada por el destino.

Como me siento desnuda, vulnerable, casi no frecuento humanos, casi no les hablo. De repente algunos, de esos malos, se acercan para hacer preguntas que no puedo y no quiero responder, acechan para criticar, para herir. Vienen precisamente ahora, después de años de haberme alejado de ellos. No entienden que ya estamos separados por muchos umbrales, que la que miran ahora es una muy distinta a la de hace tres años. Distinta pero con los mismos gestos, los mismos reveses.

Entre esas cosas que no cambian, que se quedan siempre pegadas al esqueleto están unos cristales de fuego llamados pasiones y mi vida solitaria, esa que sucede cuando nadie mira, que empieza desde mis sueños nocturnos, que me acompaña a a través de mis pies descalzos y que se adereza con preciosos pensamientos escondidos entre mis cabellos (las nubes, un columpio, las horas de un pot au feu y la máquina del tiempo). Una vida con lenguaje de ser elemental compuesto de aire y remolino, que cruje como un encaje antiguo.

El cuerpo sin piel busca el bálsamo de los jardines, el aire libre de los pájaros, de los perros negros, de las ranas, busca las texturas de las letras en libros y el color de las acuarelas visitadas en un viejo cuarto de infancia.

Es ahí donde estoy cuando me preguntan ¿Donde estás?

3 comentarios:

  1. Hola Coquelicot, estoy feliz en tu espacio porque de alguna manera me confirma que todavía soy bien recibida en alguna parte, gracias por tus palabras y por el jarabe de amapolas, ha sido muy bueno para aliviarme la congestión que me produjo la mala leche que me forzaron a beber en esta semana.

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  2. Me gusta que cuando te leo te veo. Hoy fue una buena tarde ¿no? <3

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  3. Coquelicot, hola, escribo para hacer de tu conocimiento que te he otorgado uno de los 22 premios "Con gusto de Cereza", desde mañana podrás recogerlo, éste lo hallarás en un libro de visitas que será colocado en la entrada alusiva al reconocimiento citado, publicada el miércoles 4 de agosto.
    Saludos:)

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petalos